Estos días he tenido la suerte que ha caído en mis manos el cómic del ilustrador donostiarra Josean Olabe «Rumbo a la esencia». He de decir que me encanta leer, pero nunca he sido de cómics. Es un género que no me atrae, y no sé decir por qué. Sin embargo con Rumbo a la esencia no sólo he disfrutado un montón, si no que se me ha hecho corto, quería poder continuar leyendo.

La Esencia

Estos días he tenido la suerte que ha caído en mis manos el cómic del ilustrador donostiarra Josean Olabe «Rumbo a la esencia». He de decir que me encanta leer, pero nunca he sido de cómics. Es un género que no me atrae, y no sé decir por qué. Sin embargo con Rumbo a la esencia no sólo he disfrutado un montón, si no que se me ha hecho corto, quería poder continuar leyendo.

Además, lo he vuelto a releer, esta segunda vez recreándome en los dibujos y en los detalles que una primera lectura ávida de trama no me había permitido observar. Quizá sea esto mi reencuentro con el género cómic, desde mis tiempos de rompetechos. O quizás sea que el tema me gusta tanto que me ha enganchado enseguida. O puede que sean las dos cosas, el tiempo lo dirá. Sólo sé que en cuanto pueda me haré con los otros cómics de Josean Olabe y también sé, que cuando paseo por el muelle, después de esta lectura, ya no lo veo igual.

El cómic narra la historia y evolución del muelle donostiarra en los dos últimos siglos y los cambios ocurridos en el sector de la pesca y en la vida de las personas que viven de ella hasta llegar a nuestros días.

Ahora, que estamos en plena campaña costera de la antxoa, me ha encantado ver cómo la vivían un siglo atrás.
El muelle donostiarra era un hervidero de barcos que hacían cola para entrar cargados de su pesca. Al principio a velas, luego a vapor. Las subastas se hacían a pie de muelle, y de ahí, las antxoas, en cajas de madera, salían en camiones a un sin fin de lugares. Las mujeres cosían redes y ponían el botín en la salazón.
Todos tenían mucho que hacer y hacían mucho.

Yo recuerdo en el muelle las subastas de pescado de bajura que había a las tardes, en la Kofradia, en el edificio del portaaviones. Y las de bonito y antxoa por las mañanas. Recuerdo los barcos descargando pescado. Hoy en día ya no es así, no es mejor ni peor, es diferente.

No quiere decir que vaya a ser así para siempre o que dentro de unos años vuelva a cambiar. Lo que sí sabemos, o al menos esperamos, que las antxoas sigan viniendo a alimentar generaciones, que sigan quitando hambres, cómo han hecho a lo largo de estos siglos y que sigamos siendo capaces de cuidar la especie para que, ya sea en el muelle donostiarra o en Pasajes, como en la actualidad, los barcos puedan seguir entrando repletos de esa plata del Cantábrico.
¡Qué así sea!

Hoy voy a acompañar mi artículo con una receta de antxoa que el gran Jose María Busca Isusi define como muy propia de los puertos pesqueros vascos. Yo hace mucho que no la oigo entre mi clientela, pero antes sí era más habitual. Sencilla, sana, económica y de escasos ingredientes.
Una vez más, un regreso a la esencia.

¿Te atreves? On egin!

Ver receta de Antxoas al pil pil

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