Ella venía de un pueblo del interior de Navarra, Arbizu, y del pescado conocía el carro de madera, que de vez en cuando llegaba a su pueblo, con pescado que picaba y acompañado por un gran séquito de moscas. Las necesidades de la vida le obligaron a emigrar a Donostia y montó su propio negocio, una pescadería en el Mercado de la Bretxa.
Emprendedora sin master ni formación se aventuró en un sector que desconocía en su totalidad, y de ahí, de ese inicio, hemos comido y vivido ya cuatro generaciones.