Una oda es una composición poética escrita generalmente en tono de alabanza. Este artículo no va a ser una poesía, pero sí una alabanza en toda regla. Quiero alabar, mostrar y dar a conocer las virtudes y propiedades de la SARDINA. Ese pequeño pescado tan abundante en nuestros mares como olvidado en nuestras cocinas, y que tiene tanto que ofrecernos, no solo a nivel gastronómico si no también nutricional y de salud.
¡Ahí vamos!
La sardina es un pez de la familia de los clupeidos, del orden de los clupeiformes.
Este palabrejo para decir que dentro de la misma familia existen gran variedad de sardinas y arenques.
Estas especies viven en grandes bancos o cardúmenes, constituidos por varias clases de edad, que se aproximan a las costas en la época de desove.
Pueden llegar a alcanzar los 15 años de edad y los 25 cm de longitud.
Son peces gregarios por excelencia y que realizan importantes desplazamientos.
Sirven de alimento para muchos predadores como delfines y verdeles, entre otros.
Por su parte, ellos se alimentan de plancton, crustáceos, huevas de otras especies y pequeños peces.
Nutricionalmente, las sardinas, como todos los pescados, son una importante fuente de proteínas de alto valor biológico muy importantes para nuestra salud, y además, como todos los pescados azules ofrecen un alto contenido en Omega 3 y en la apreciada vitamina D.
Como ya os comenté en un artículo anterior, la vitamina D es esencial para el estado de nuestras defensas.
Es una vitamina que se sintetiza al contacto con la luz del sol y que es difícil encontrar en los alimentos.
Uno de los alimentos que más vitamina D nos aporta es el pescado azul.
Así que, según estos datos científicos, nos podemos imaginar a la sardina como una pequeña píldora de vitamina D, calcio y de Omega 3.
¡Qué maravilla!
Una píldora nutritiva, deliciosa, de km 0, sin aditivos ni conservantes y económica. ¿Cómo no le vamos a hacer una oda?
¡Hasta un himno se merece!
La flota de bajura del Cantábrico captura sardina desde que abandona la pesca del bonito, por el mes de octubre/noviembre, hasta que empieza con el verdel sobre febrero/marzo. Eso no quiere decir que en otras épocas del año no haya sardina. Por ejemplo, en primavera o verano en la costera de la antxoa puede que se vea algo de sardina, pero mucho menos.
Nuestra sardina se pesca aquí cerca, a no demasiadas millas de nuestra costa.
Son barcos que, en muchas ocasiones, salen a faenar al atardecer y al alba ya están en puerto con su botín.
A veces están tan cerquita que, si te asomas a la costa los ves allí, todos reunidos, o de uno en uno. Es una estampa muy bonita.
Sin duda, en estos meses es el mejor momento para consumir la sardina. No solo porque esté tan fresca que salte de la caja, sino por el resto de cualidades que posee. Está jugosa, llena de grasita, de la buena, ¡claro! Y a la vez está muy suave al paladar, de sabor y de textura. Una delicia.
Pero ¿Cuál es el problema de la sardina?
Qué la hemos llenado de nuestros prejuicios y la tenemos encasillada en los alimentos a no consumir. Igual que al pobre compañero o compañera de la escuela que el primer día se le puso el sambenito de «lo que sea» y ya nadie le sacó de ahí, por muchos logros que hiciese. Pues lo mismo con la sardina, le hemos puesto el sambenito, y se fastidió.
«La sardina en casa huele» «La sardina solo se puede comer a la parrilla, en verano, y en una terraza» Son sentencias que dictan cátedra.
¡Y se acabó! No hay tregua, ni nada más que decir…de ahí no salimos.
Cuánto nos cuesta en la pescadería conseguir que nuestra clientela se anime a llevar sardinas. Pero una vez que lo hacen…todo el mundo repite.
¡Porque son una delicia!
Yo, desde aquí, quiero animar al consumo de la sardina como un producto nuestro, km 0, respetuoso con el medio ambiente en una pesquería sostenible y con estándares medioambientales de calidad. De temporada.
Y algo muy importante, a precio muy popular.