Parece que la palabra sidra no es nueva. Proviene del latín, según la Real Academia de la Lengua, del término sicĕra o ‘bebida embriagadora’, que a su vez procede de otro bocablo griego, y éste de otro egipcio. Es decir, que el ser humano lleva muchos siglos y siglos consumiendo esa bebida alcohólica, de color ambarino, que se obtiene por la fermentación del zumo de las manzanas exprimidas.
En cada región la denominación sidra adquiere y ha ido adquiriendo con el paso del tiempo muy diferentes matices. Por poner un ejempo, aquí mismo, tan cerquita geográficamente, la sidra asturiana no tiene nada que ver con la guipuzcoana. Ni en la propia bebida en sí, ni en los modos y rituales para servirla y degustar. Y eso a tan pocos kilómetros de distancia… Ya me gustaría a mí poder probar un vaso de sidra de los egipcios o de los romanos, seguro que no la reconocería como tal, aunque todo sea zumo de manzana fermentado.
Los arrantzales vascos de los siglos XVI y XVII en sus viajes a Terranova, a la pesca de las ballenas y el bacalao, portaban sidra en sus bodegas como bebida para sus largas travesías. Por aquel entonces estaba muy extendida entre las tripulaciones de viajes transoceánicos, una enfermedad grave, muchas veces mortal, el escorbuto. La causa principal de esta enfermedad es la falta de vitamina C. Casualmente, en las naves de los vascos no había escorbuto. Durante muchos años se ha pensado que era precisamente la sidra la que salvaba a sus tripulantes de la enfermedad.
Hoy en día se sabe que la sidra no contiene tanta vitamina C como para prevenir el escorbuto, sólo contiene trazas de ella. Y que el escorbuto no aparecía en las naves vascas porque no pasaba la tripulación el tiempo suficiente en la mar como para que esta enfermedad tuviese ocasión de manifestarse.
Pero lo que sí ha quedado claro es que la sidra ha acompañado a los vascos y las vascas desde antaño y ha marinado a la perfección con el mundo de la mar. Aunque carezca de la vitamina C que le otorgaban, la sidra contiene otras sustancias químicas que le confieren las propiedades de diurética, digestiva y antioxidante.
E incluso recientemente está saliendo a la luz su posible efecto probiótico, fortaleciendo nuestra flora intestinal y de ese modo nuestro sistema inmune.
Por si aún no se me había notado, sí, lo reconozco, soy una fan de la sidra. En mi casa nos acompaña desde siempre.
La llamada del sidrero de cuántas vais a querer este año, en el preludio de la primavera, y el hecho de acudir a la sidrería a recoger la nueva sidra de la temporada con las botellas vacías de la temporada anterior, son y han sido citas ineludibles en mi familia año tras año y generación tras generación.
Mínimo impacto ambiental, mínimo residuo, producto de cercanía, aunque se cuele alguna manzana de por ahí, no plástico, no embalaje… solamente no se reutiliza el corcho, y por ahora. El consumo de sidra de este modo es ciertamente muy sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
Creo que la sidra sigue formando parte importante de nuestra gastronomía, no solo en la temporada de sidrerías sino en la cotidianeidad de nuestras casas. Acompañando y marinando delicadamente con todos los platos de nuestra cocina: carnes, legumbres, caza, dulces, quesos o pescados.
Yo diría que cualquier plato de pescado es susceptible de ser acompañado con un buen txotx.
La sidra es tan suave que no roba matices a una cazuela de pescado o marisco, un rodaballo a la parrilla o a una sencilla faneca rebozada.
Es más, creo que los acompaña sutilmente, refrescando el gaznate en su sed y dejando una boca limpia y preparada para recibir todos los sabores del siguiente bocado. Se puede decir que el maridaje pescado – sidra puede ser intra y extra plato. Intra, cuando la sidra forma parte de la receta. Este tipo de preparaciones son más típicas de la cocina asturiana, como su emblemática Merluza a la sidra. Aunque aquí también cocinemos con sidra, lo hacemos más tímidamente. Y extra plato, cuando lo acompaña desde fuera, como bebida, desde un buen vaso, o una copa, como se lleva hoy en día.
Maridaje que defiendo enérgicamente como ya habéis podido observar.
Ver receta de sardinas a la sidra