Es una pregunta que repetimos las profesionales de las pescaderías una media de veinte veces por jornada laboral, o más. Cada vez que una clienta nos pide un pescado en lomos es pregunta obligatoria: ¿Te quito la piel?, luego viene el chiste. No, a tí no, que no me atrevo, al pescado. Ya puede ser gallo, locha o merluza, la pregunta hay que hacerla.

¿Con piel o sin piel?

Es una pregunta que repetimos las profesionales de las pescaderías una media de veinte veces por jornada laboral, o más.
Cada vez que una clienta nos pide un pescado en lomos es pregunta obligatoria: ¿Te quito la piel?, luego viene el chiste. No, a tí no, que no me atrevo, al pescado. Ya puede ser gallo, locha o merluza, la pregunta hay que hacerla.

Quitar la piel al pescado para cocinarlo siempre ha sido motivo de bonanza económica. Antes, solo la quitaban los que se podían permitir tirar un pedazo de pescado comestible a la basura. Osea, las familias adineradas. Las demás, se llevaban el pescado lo más entero posible, para aprovechar cada rincón de la pieza, que a todo se le sacaba jugo.

Hoy en día es mucha la clientela que nos solicita los lomos de su pescado sin piel. En su mayoría lo hacen para facilitar el consumo de pescado en casa, porque si lo llevo con piel protestan más, limpito limpito mejor, sin piel y sin nada.

Para gustos están los colores. En mi propia casa tenemos de todo, a algunos, con el gen más carnívoro les molesta la piel, las espinas y todo, porque a ellos lo que les gusta es la tajada, y lo demás estorba. Sin embargo otros todo lo contrario, no concebimos el pescado sin piel y huesos, disfrutamos del rechupeteo y apreciamos de verdad la jugosidad y el matiz de sabores que puede dar la piel a una tajada de pescado. El filete de pescado desprovisto de todo eso nos parece de lo más soso.

Más allá de gustos y preferencias, lo cierto es que la piel del pescado tiene mucho que ofrecernos. Mi abuela decía que en ella estaba el alimento y que no había que quitarla, y va y la ciencia acaba dándole la razón.

La piel del pescado es rica en vitamina E, ácidos grasos poliinsaturados como el omega 3 y proteínas como el colágeno. ¿Cómo vamos a tirar tal cantidad de nutrientes a la basura? Además, la piel protege el pescado cuando lo sometemos al calor del cocinado aportándole jugosidad y evitando que se seque.

Hoy en día existe otra razón por la que los consumidores dudan sobre si consumir la piel del pescado. Se trata de la confusión que ciertas informaciones provocan acerca de si los metales pesados se depositan en la piel de los pescados. A ese respecto, la ciencia afirma que los metales pesados tienden a depositarse en las zonas grasas (como la piel) de “grandes pescados” como el tiburón, el pez espada, el atún rojo y el lucio.
Y casualmente las pieles de estos pescados son del todo incomibles.

Así que no vamos a comparar la piel de esos pescados con la de una pescadilla, una lubina o un salmonete.
Todo en su sitio por favor.

Si te gusta el pescado con piel disfrutalo tranquilo y sé consciente de los nutrientes que te llevas.
Y si no te gusta o hasta ahora no lo has probado anímate a hacerlo, dale una oportunidad.
No veas lo diferente que es comer un lenguado con piel o sin ella, el increíble sabor a marisco que le aporta. O un soldadito o un gallo.

Y si el pescado que vas a comprar es para tus niños y niñas pequeños con más motivo lo has de llevar con piel, son los miembros de la familia que más nutrientes necesitan para su crecimiento.

Así que no lo olvides, mejor con piel.

On egin!

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